El Carnaval
es una fiesta generada durante los siglos de la Edad Media Europea, adquiere la
plenitud de su significado si se le define y concibe en su relación con la
navidad y la cuaresma. Como señala Daniel Vidart, ``es la ráfaga más violenta de un
viento profano que sopla de un corredor flanqueado por los muros de lo
sagrado.´´ Es el espacio donde se confunde la libertad e igualdad, dando como
resultado el libertinaje, el desenfreno de los sentidos, donde se invierten los
papeles sociales y sexuales, el goce de
las fantasías de un mundo al revés. Pero los
carnavaleros son presas del
tiempo, todo tiene su límite, tres días
de jolgorio y no más .El carnaval montevideano, es un trasplante del Occidente
Europeo, donde la Edad Media consolidó, una serie de ritos y ceremonias paganas,
vinculadas al solsticio de invierno y con los fastos de la iglesia, una mezcla
de lo ``sagrado y lo profano.´´ La inmigración no solo trajo consigo la
esperanza de una tierra que abrigara trabajo, bienestar, una nueva vida, sino
que las familias una vez establecidas revivieran sus añoradas tradiciones y
costumbres. El Carnaval de Montevideo, nació, creció y tuvo sus modalidades por
reflejo de la influencia Europea de aquellos habitantes. Desde los comienzos de
nuestra vida constitucional, las autodenominadas ``clases altas,´´ han sido
siempre muy severas al juzgar el Carnaval de la ``plebe´´ el Carnaval
``bárbaro,´´ donde su espacio no estaba delimitado, buena parte de la vida
transcurre en las calles o plazas públicas, donde el adentro y el afuera se
confunden. Este desenfreno lúdico, que había caracterizado a nuestra sociedad
en sus primeros pasos, tenía que ser de alguna manera limitado. Mediante una
circular del 7 de febrero de 1831, Ellauri, ministro de gobierno de Rivera,
ordena a los jefes políticos del interior que prohibieran esa ``costumbre soez
y propia de tiempos de ignorancia.´´
Años más tarde la
noticia de los aprontes para la invasión de la República por parte de Oribe lo
sorprende a Rivera en un baile de Carnaval disfrazado. Con el correr del tiempo
y bajo el impulso y desarrollo
comercial, una gran cantidad de artefactos contribuían al complemento de
las actividades de esta fiesta. La más popular manifestación en el siglo XIX
fue sin dudas la de los juegos de agua.
Pautada su autorización para su comienzo, mediante un disparo de cañón a las 2 pm. y
terminaba a la puesta de sol de la misma forma. La prensa publicaba los
anuncios de los comerciantes ofreciendo una gran variedad de artilugios, como
el Emporio Oriental (1864), ``bombas portátiles de agua indicadas para regar la
quintas, lavar patios, apagar incendios, y jugar al Carnaval.´´ El agua limpia,
pero también inmunda (orina), los huevos de gallina, aunque también los de
avestruz, gaviota, eran los predilectos de esta fiesta .Los huevos eran
rellenos en algunos casos con agua perfumada, tapando su orificio con un poco
de cera y un trapito de color, y se pintaban de distintos colores, pero en otros casos su contenido no
era muy recomendable. En febrero en
pleno verano, a la hora de la siesta, las calles quedan desiertas, todo el
mundo trata de no estar en estas, si no
se desea jugar. En las azoteas se hacía provisión de vasijas con agua, tinas y
también barriles, los muebles de la casa se retiraban, estas se transformaban
en verdaderos cantones. Los vendedores ambulantes iban pregonando su
mercadería, las famosas cáscaras de huevo con el clásico grito,
Huevitos de todos colores para las niñas que
tienen amores,
Huevos de triquitraque para las niñas que usan
miriñaque.
Aparecían los jugadores, el típico era el ``ORILLERO,´´
de sombrero de gacho, poncho, pañuelo de
golilla y en la mano otro, atado por las cuatros puntas, dentro del cual llevaba su provisión de hasta dos
docenas de huevos. Algún comercio
anunciaba como novedad, una pistola grande, que por medio de un resorte, hace
salir el huevo con una fuerza tan precisa que maravilla por su efecto. Los
incidentes eran numerosos, las crónicas policiales recogidas por la prensa
asustaban, cabezas rotas de una pedrada, ojos machucados o incluso vaciados por
un certero huevazo, caderas y piernas quebradas por las
innumerables caídas de los balcones y azoteas, los caballos que desbocados por
la gritería y las encerradas despedían a sus jinetes y arrasaban con quienes se
cruzaban en su loca carrera, como también trompadas, fierrazos, pedreas,
puñaladas, y hasta balazos que en más de una ocasión dieron en el blanco. Todos
estos desmanes que se iban sucediendo llevo a un disciplinamiento de la fiesta,
comenzaba la transición del Carnaval ``bárbaro al civilizado.´´ La policía
comenzó a lanzar edicto tras edicto, el agua estaba matando la alegría, hasta que se prohibió definitivamente.
El
misterio de la aventura carnavalesca se vuelca al recinto de los Bailes de
Máscaras de Teatro, o Club Sociales. Con esta nueva reformulación del espacio a
través de su preparación en el ámbito específicamente reservado para su
celebración, aparecen nuevos filtros y mecanismos selectivos. A mediados de
siglo proliferan las Tertulias de Disfraz del Patriciado, los Bailes de
Sociedad o de Tarjeta, a los que solo se podía acceder por rigurosa invitación.
Esta era provista por un grupo de de socios suscriptores, que para adquirir tal
condición además de pagar $ 8.00, debían ser admitidos por la comisión
organizadora, e inclusive en la puerta de entrada , se instalaba una comisión
fiscalizadora de la identidad de las damas disfrazadas, y que los caballeros
debieron en muchos casos de abstenerse de hacer uso del disfraz, aunque se
garantizaba el incógnito de las máscaras. El escenario se delimita a un espacio
cerrado, donde la prensa publica promocionando la suntuosa decoración del
local, con salón para refresco, o cenar, y un tocador exclusivo para damas,
como también palcos y balcones para aquellas ``señoras elegantes´´ que no
quieran mezclarse con el tumulto de los enmascarados y puedan contemplar las
incidencias del Baile ``desde la altura de su situación.´´ En 1861 cuando la
ciudad tenía unos 58000 habitantes, concurrieron al Solís un promedio de 1000
parejas en cada noche. Según el diario ``El Ferrocarril´´ solo en tres días del
Carnaval de 1870 se celebraron en Montevideo 150 bailes y en los años 70 y 72 a
las múltiples opciones ofrecidas por el teatro San Felipe, Cibils, El Alcázar Lírico, las Confiterías de la Victoria, El
Club Libertad, La Cancha de Valentín, El Recreo del Cordón, se sumó la novedad
introducida por el Solís, Bailes Públicos diurnos entre la 1 y la 5 de la tarde
con entrada para los Caballeros a $0,50.
Los
disfraces y accesorios que se desplegaban como un nuevo orden cultural en
gestación, donde la clave era distinguirse, distaba mucho de la vulgaridad de
décadas anteriores, donde todo se arreglaba con una ``Careta y un Dominó´´
cualquiera, o mejor aún con el tradicional recurso de la sábana casera o la
levita del abuelo. Las Academias de Baile de Salón y Guía de Trato Social señalaban
pautas acerca de los Bailes del momento, ``en estos últimos años la Danza de
Sociedad, ha sufrido una verdadera reacción, pues los antiguos y majestuosos
Bailes, graves y elegantes, han vuelto a invadir los salones y alternar con los
modernos que de ellos parecen inspirados.´´ Establece la denominación de estos, como
señala el profesor M. Vignali, `` el
realce del conjunto en un Baile de Etiqueta consiste en el gusto
específicamente del toilette femenino,
el cual se caracteriza con el color del traje en armonía al adorno del
ambiente.´´ Estos pueden llamarse
Blanco, Rosa, Oro, etc.
Un vasto repertorio de artículos era utilizado por
los Montevideanos para disfrazarse,
figura, Dominó a la Veneciana, a la
Chinesca, o a la Japonesa, Caretas con Barba o sin ellas, Antifaces de Raso,
Seda o Terciopelo, Pelucas a lo Voltaire, Racine, Marcel de los Hugonotes, Vigotes
a lo Victor Manuel, Peras a lo Quevedo, Guantes de Jouvin, Narices de
Cera, Cartón, Galones, Encaje, Trencilla, Borlas, Pajuelas, Géneros Dorados y
Plateados, Ricos Calzones de Punto, Patillas Inglesas, Cabellos Japoneses. La
metamorfosis que habilita, el Disfraz, la Máscara, da principio al instante
lúdico de representar por un instante el
deseo de transformarnos en un personaje
totalmente diferente al de nuestra vida real. El disfraz esconde, disimula , lo
cotidiano de la vida ordinaria desaparece. Se cuenta que en 1857 una
señorita disfrazada de Caballero,
``Enamoró´´ perdidamente a una Bella Niña, con la que bailó toda la noche en el
Teatro Solís. En los corrillos las Damas hacían alarde de las diferentes escenas que han
tenido que sobrellevar, por parte de los Dandis, susurros al oído, proposiciones subidas de tono, juramentos de
Amor Eterno, en fin, todo a través del anonimato del Antifaz. Los escritores ,
poetas, recibieron un torrente de inspiración, que muchas veces superaba la
realidad, o tal vez no.
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Portada e interior del catálogo de la popular tienda "London-Paris" |
Máscara de las Cien Caretas
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Frente y reverso de antifaz de la tienda "London - Paris" |
¡Te conozco, máscara de las cien caretas, tú no me engañas...!
Máscara de los cien trajes te conozco!...
En
el perpetuo Carnaval de la vida presente, en la Saturnal desatada de las
pasiones, has cruzado ante mí, muchas veces, pero no me has engañado, no me has
engañado jamás. Yo te he visto revestida con un traje aéreo de tales rosados,
sembrado de mariposuelas de oro, y estrellas de plata, irradiando sobre tus
cabellos negrísimos, una diadema de pequeños astros de áurea filigrana…. Traías
en la mano la varita mágica que abre los manantiales de la Dicha y tu sonrisa
era más dulce que la de Sulamita Hebrea, cuando recibe al esposo amado,
diciéndole el más erótico verso del Cantar de los Cantares. Pero como libélula
alada perseguida, huías al próximo contacto del crédulo, que sugestionado por
tu belleza radiante, fuera á alcanzar el polvo dorado de tu veste constelada…y
huías… lanzando carcajadas histéricas,
hacia la calle obscura del Desengaño. Máscara de las Cien Caretas, yo te
conozco… Te has revestido con la toga severa de los magistrados, condenaste á
la infanticida, y al ladrón hambriento, y enviaste al patíbulo al ignorante
neurótico degenerado. Pero como yo te he visto compartir el carruaje y la mesa
y la alcoba de la querida del millonario negociante del sudor y las lágrimas
del pueblo. Yo te he visto seducir á la
hermosa obrera para abandonarla camino del gineceo mundano. Y he visto engullir
tu garganta y redondearse tu vientre con el alimento de millares de obreros
éticos , que te fabrican el rico patrimonio de tu fortuna hidrópica de
millones. ¡No me engañaste Máscaras de
las cien Caretas! Aquel otro día de Carnaval estabas hermosa de veras! Vestías
el traje Jónico que cae pliegues artísticos á lo largo de tu cuerpo estatuario.
Sobre tu regia cabeza ostentabas tu gorro frigio encarnado y yo te escuché como
inflamabas con cláusulas de fuego y al grito mágico de Revolución, al pueblo
que te escuchaba en silencio para aplaudirte después con frenético
entusiasmo… Y te escuché clamar por las
cadenas rotas del esclavo. Pero, luego he mirado como entre las sombras de la noche,
pactabas con los tiranos ; llamabas Evolución á tus fáciles acomodos con el
opresor contra el oprimido. Y te vi acostada en la alcoba de los poderosos, saturada
de benjuí y de baño de champagne, durmiendo sobre blanda almohada de placeres…
Y tu gorro frigio de revolucionario lo vi roto, deshecho, arrojado, como el
ardiente corazón de un pueblo pisoteado por todos los mandones y acribillado
por todos los despotismos. No me engañaste, Máscara de las Cien Caretas, yo te
conozco!... ¡Cuántos trajes has cambiado en un solo día!... ¡Cuántos papeles variados representases!.. Te he visto
con una careta humilde y piadosa, para, presentarte en seguida, ostentando el
traje de raso rojo de la vanidad mundana, cubierto con la pedrería fulgurante
del poderío. Y en tu audacia enorme llegaste a revestirte un día con el traje
esmeraldino de la Esperanza y pusiste en tus blondos cabellos una estrella
luminosa y me mostraste nuevos horizontes y nuestra vida más dichosa… Pero yo sentado al borde del camino
que conduce a la meta de la Verdad suprema, no quise escuchar cantos de Sirena
y te despedí con gesto airado. Hoy vuelves de nuevo á engañar al mundo haciéndole
creer en tus virtudes, en tu belleza, en tus bondades… Florecieron de nuevo los
rosales espléndidos en la juventud y
están ávidos del oxígeno de los placeres.. Ve,
ilusiónalos por algunos días, por algunos años más! Háblales de Dicha
cumplida, de la Religión espiritual, de Patria sin mercaderes, de Amor eterno,
de Esperanza ideal, de Arte sublime, Háblales, transfórmate, transfigúrate,
encanta, engaña al mundo… Haz felices a los que pueden serlo todavía.. A mí no
me engañaste
Máscara de las Cien Caretas; yo te conozco!...
REVISTA
---LA VIDA MONTEVIDEANA – Francisco C.
Aratta. Montevideo, Febrero 27 de 1898.
Aparentemente
el primer Baile Público de Máscaras en un Teatro corresponde al 6 de marzo de
1832. En los años setenta a los bailes se le suman Corsos, Desfiles, y también
los arreglos y adornos de las Avenidas, y Calles. Para su realización se utiliza la recolección
de fondos, una forma de poder solventar los gastos, señalando e insistiendo,
que aquellos que se mantengan al margen
de la convocatoria, ``se colocarán caricaturas de varios capitalistas, que, a
pesar de las fortunas que cuentan no han abonado nada, o han colaborado con una
bicoca para los adornos.´´ La Comparsa Batucca fue quién inició los Corsos en
Montevideo. El Marqués de las Cabriolas
hace su entrada triunfal por el Puerto, conservando el significado que tenía el
dicho popular ```por el mar entraron y por el mar se fueron,´´ quienes
quisieron destruir la Ciudad San Felipe y Santiago de Montevideo. Cerca de la
una de la tarde la gente comenzaba agolparse en el puerto, por donde entraba el
Ilustre Huésped. El Gran Señor de la Alegría se ponía en marcha en un carruaje
descubierto, con cochero de gala y todos los carros de las Comparsas y Bandas
Musicales lo seguían. Los vecinos adornaban las calles, plazas y balcones. La primera calle que se
adornó fue la Treinta y Tres, llamada antiguamente la de los Pescadores y era
por la que subía el Corso. Las comisiones de adornos contrataban los servicios
de personas especializadas, creando una cierta rivalidad, en presentar la
mejor embellecida para tal ocasión. Años
más tarde La Junta Económica Administrativa se hace cargo y ésta de acuerdo con
el Gobierno (1899) dispuso que durante las noches de Carnaval fueran
iluminados, El Palacio de Gobierno, Cabildo, La Municipalidad, La Dirección de
Correos y Telégrafos, y las Calles Sarandí y Dieciocho de Julio.
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Careta de "Geniol" 1950. (Impresora Colombino) |
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Frente y reverso de pantalla con motivos carnavaleros |
Los
Corsos eran presididos por el Jefe Político y la Comisión de Fiestas. Los
accesorios iban marcando nuevas modas, como los pomitos de Extracto de Coudray,
los posteriores Lanza Perfumes. La
serpentina, que era una invención Parisién, una de las más elegantes y hasta
poéticas manifestaciones de cultura moderna aplicada al Carnaval; ésta reúne
todas las condiciones del proyectil cortés, liviano, que no ensucia ni lastima .La
aparición del Confetti, era una caja provista de un explosivo que al producirse
el estallido, por medio de una sencilla combinación de hilos, se produce una
llamativa lluvia de papelitos de colores. Este juego mal aplicado tuvo severas
consecuencias, como el ocurrido en 25 de Mayo y Misiones, uno de los paseantes
arrojó unos de los Confetti a varias Damas, que ocupaban una Jardinera que
formaba parte del Corso. El proyectil
Carnavalesco hizo arder las serpentinas enredadas en el carruaje, comunicando
el fuego a los Tules y Telas de Fantasía de los Vestidos. Las quemaduras fueron
serias, por este motivo fueron prohibidos. A finales del siglo XIX, el desfile
lo protagonizan los carruajes, cuyos pasajeros se saludaban al encontrarse,
esta era una diversión ingenua, no existía la Tarjeta de Presentación, todo era
espontáneo, donde no regía más fórmula que la simpatía, donde una flor que se
ofrecía podía parecer una confesión o un homenaje, o no ser nada. Los
jóvenes iban en coches separados de sus
padres, los novios no iban con las novias ni los hermanos con las hermanas, los
mozos bajándose de sus coches a cada instante subían a otros , para
galantemente ofrecer a la jovencita de
grandes ojos verdes, la flor que llevaban en su ojal.
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Lanza perfume |
También
eran muy bien visto los estuches de bombones que se compraban en las
principales Confiterías de plaza.
Pero un día los
Automóviles se presentaron en los Corsos y todo cambió; estos no podían
llevar la lentitud admitida por los
coches de caballos, que se detenían a cada paso, el trepidar de sus motores
ansiosos de velocidad, sus techos herméticos, sus puertas cerradas, los rostros
apenas vislumbrados, se llevaron parte de la comunicación y la alegría tan
espontanea. Los Corsos ya habían alcanzado su más alta brillantez, las calles
se iluminaban con bombitas azules y blancas, el Club Uruguay enjoyado de luces
daba a la plaza una claridad inusitada. Este Carnaval Montevideano quedará como
un desfile de todo tipo de curiosos, jugadores de Agua, y Harina, de Bailes,
Corsos y Desfiles, de Alegría, Gritos, e Insultos, todo un año esperando a que
nuevamente El Marques de Las Cabriolas entre por el Puerto para celebrar un
Nuevo Carnaval.
EL CARNAVAL DE
MONTEVIDEO EN EL SIGLO XIX.-- MIGUEL ANGEL JAUREGUY--
Ediciones Ceibo
Montevideo 1944.-
CARNAVAL
---MILITA ALFARO—Ediciones Trilce 1991.-
HISTORIA DE LA
VIDA PRIVADA EN EL URUGUAY—Editorial
Taurus—
NOVECIENTOS
–JOSEFINA LERENA ACEVEDO DE BLIXEN---Ediciones Río de la Plata 1967.---
RECUERDOS Y
CRONICAS DE ANTAÑO.—ROMULO F.
ROSSI.---Publicado en "LA MAÑANA"Montevideo 1926—
EL ESPÍRITU DEL CARNAVAL—DANIEL
VIDART---Editorial Graffiti -- Montevideo 1997---
VIDA
MONTEVIDEANA--- REVISTA SOCIAL ILUSTRADA—Montevideo 1897—
REGISTRO NACIONAL
–MINISTERIO DE GOBIERNO--- Montevideo 1831.--



















































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