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Tal vez fuera en mis años de
estudiante, donde la
Historia Nacional , mi materia preferida, se distinguiera como
un faro guía e hilo conductor de muchas de mis actividades posteriores a lo
largo de mi vida. En especial, todas aquellas labores de recolección y
almacenamiento de objetos, libros e información esencialmente de carácter nacional y regional, detalles e iconografía,
documentos e historial diverso, algo informal y algo caótico también, que
devinieron en acumulación, clasificación y primer ordenamiento, hasta llegar a
realizar, con su tiempo de maduración, exposiciones con diverso grado de satisfacción y reconocimiento
en nuestro medio.
Siempre quise verme integrado y
aportando a nuestro acervo cultural en sus diferentes manifestaciones. De esta
manera me fui aproximando por el lado de lo filatélico a temáticas como la del
Puerto de Montevideo. En este tema en particular se conformó un primer trabajo
que finalmente pudo ser expuesto dentro de la filatelia sin participar en las
categorías tradicionales/convencionales preestablecidas sino en una nueva
modalidad de exposición llamada open class/clase abierta, la que otorgaba la
libertad (siempre que se siguieran determinadas reglas) de conjugar material
filatélico especifico acompañado de piezas no filatélicas referidas al tema de
la exposición. El título de dicho trabajo fue justamente: El puerto de Montevideo.
Trataba de su historia y se dividía en capítulos donde podían observarse sellos
relativos a la temática en cuestión pero con el agregado de un material destacado
y accesorio compuesto –entre otros- de: pasajes de barco a vela y vapor,
despachos de aduana, menús de muy variadas compañías navieras, reglamentaciones
aduaneras, tarjetas y medallas conmemorativas vinculadas a nuestro puerto de
Montevideo. Etc. Etc.
Revisando los materiales
existentes y estudiando más a fondo todo
lo relativo a nuestro puerto, encontré información abundante y destacada por
parte de los historiadores pero con una escasa iconografía concreta del
material referido. Imagino las dificultades para acceder al material y
documentos de primer orden en lo lejano del tiempo y el hecho de que no pocas
veces se elaboraban referencias históricas provenientes de compiladores
anteriores, y que tal vez ellos tampoco pudieran contemplar y verificar
directamente la información obtenida. Hay que consignar que gran parte de la
fuente de esos datos provenían de archivos perecederos como diarios,
gacetillas, sueltos que a veces recalaban en el esfuerzo de prolijas y
cuidadosas manos preservadoras en bibliotecas
y museos.
En la actualidad, los libros
referentes a material histórico e iconográfico sobre diversos y muy variados
tópicos de nuestra historia, son muy valiosos pero siguen adoleciendo de
escasez de imágenes que acompañen su muy estimable significación.
Volviendo a la acumulación de
objetos y documentos que fui concentrando en lugares apropiados para su conservación
y posterior utilidad, debo reconocer que hubo varias marchas y contramarchas y
momentos clave, donde fue madurando la idea de concentrar hasta lo muy efímero como un pequeño testimonio o algo de
singular importancia. Allí aparecieron, entonces, un sinfín de ephemeras que
habitaron toda mi casa armando su propio revuelo, a modo de ejemplo: tarjetas
devocionales, cromos de publicidad, cartones comerciales, boletos de tranvía,
almanaques de bolsillo, invitaciones de baile y de teatro, avisos de sepelio,
anuncios antiguos, boletas contables, tarjetas de felicitaciones, tarjetas de
amistad, etc, etc, etc. Nada de lo acumulado en esa línea parecía tener
ambición de trascendencia y sin embargo la vida misma parecía estar allí, con
total contundencia y en ese aire grafico sin ambición de trascendencia o
deseosas de eternidad.
Cuando pude mostrar a mis amigos
algo de lo que estaba haciendo, ellos terminaron por señalar, seguramente con
generosidad de concepto y estima por demás claramente subjetiva… que yo tenía
la auténtica virtud de coleccionar el mundo y sus alrededores. Pero sabía bien
del desafío que representaba darle forma a lo acumulado en mucho tiempo,
y que sirviera en un futuro. Confiaba en que todo un trabajo de años empezara
a cobrar sentido y un legítimo nexo hilvanara su posible unidad profunda. En
ese momento llega a mis manos un libro publicado en España con el sugestivo
título: EPHEMERA, La vida sobre papel.
Al leerlo me percaté inmediatamente que ese trabajo obraría como un comienzo de
solución a problemas que me venían preocupando en torno a organización y
clasificación de todo un añejo y muy diverso material acumulado.
Esa realidad, desde la mirada o
ventana de lo complejo y las dificultades que presuponía organizar, clasificar, acondicionar
y resguardar hasta “lo inclasificable”, vislumbramos algo del camino que había
sido arduamente transitado y experimentado por bibliotecarios, investigadores,
estudiosos y coleccionistas, al adquirir, recibir y comprar importantes
reservas y bibliotecas con un sinfín de materiales inherentes a su profesión y
“anexos” no propiamente bibliográficos.
Toda una labor tan trabajosa como reveladora con momentos obviamente
deslumbradores y apasionantes. Toda una memoria permanente para nuevas generaciones.
Es en la década de los 70’ donde aparece el término
ephemera con el uso y definición que hoy conocemos: todo aquel material gráfico
pasible de ser descartable una vez cumplido su fugaz, leve utilidad.
Este trabajo que ahora expongo
intenta hacer referencia a los múltiples impresos extraños y no menos variadas expresiones gráficas que he
ido descubriendo, pausada e incansablemente, desde mi primera colección algo
rigurosa, agregando datos corroborados, e información destacada de su relación
comercial, social, cultural. Algo del fin para el que habían sido creadas.
Si cada uno de nosotros
pudiéramos sospechar el alcance sugestivo del significado ephemera y a la vez
pudiéramos ahondar en la mirada para obtener un amplio y profundo cuadro de
aquellos elementos que nos han acompañado desde su insignificancia y brevedad cotidiana, nos daríamos cuenta de
la infinidad de lo efímero convertido en perdurable. Ello, no tengo dudas,
contribuye al rescate de nuestro pasado, a sus diferentes e instantáneas formas
manifiestas revelando modismos y costumbres, parte también de un entramado
patrimonial no desdeñable. No en vano nos llega el perfume de una frase y una
voz popular que nos dice, con cierta y genuina nostálgica: tal vez todo tiempo pasado ha sido mejor.
CONCEPTO DE LA PALABRA EPHEMERA
La palabra ephemera es de origen griego y procede de un plural neutro en latín.Se aplica a lo que dura solo un día, como algunos insectos y plantas que cumplen su ciclo de vida en un período muy corto.
Los primeros en estudiar el tema fueron
especialistas europeos y americanos que tanto en sus bibliotecas y
archivos, poseían gran acumulación de material , que no podía
clasificarse dentro de los estándares
normales de información, como ocurre con los documentos históricos ya
sean bandos, oficios, proclamas etc, etc.
Es a partir de la obra PRINTED EPHEMERA de John Lewis, que
utiliza el término para referirse a una serie de obras impresas realizadas en papel , que surgen los primeros
estudios acerca del alcance, límites y las mejores formas de acceso y organización.
Algunas de las definiciones aportadas en el libro publicado
por la biblioteca nacional de España, EPHEMERA –LA VIDA SOBRE PAPEL ,
demuestran todavía la juventud del
concepto al cual sigue en estudio no del todo definido
John E. Pemberton define ephemera,” documentos que han
sido producidos en relación con un acontecimiento
determinado o un artículo de interés actual y que no pretenden sobrevivir a la
actualidad del mensaje”.
Por otra parte, Clinton en su definición contempla otras
expectativas al señalar “una
documentación impresa o casi impresa que escapa a los canales normales de
publicación, venta y control bibliográfico. Cubre tanto publicaciones que están
libremente disponibles para el público en general como otras destinadas a una
tirada limitada y específica para los bibliotecarios, esto viene definido por
el hecho de que tiende a resistirse a un tratamiento convencional en cuanto
adquisición organización y almacenamiento y ello puede no justificar una
catalogación completa.”
Ambas definiciones
tratan en cierta manera el problema en que se encontraban y todavía
padecen quienes no aplicaron una
solución posible para el tratamiento de clasificación de todos los elementos
acumulados en bibliotecas y archivos, es indudable que tratar una colección de
ephemera encierra una amplia valoración subjetiva de todos los elementos que
pueden conformarla.
Su integración puede tener una visión diferente de un
coleccionista, como de un bibliotecario o archivista; a modo de ejemplo; la
biblioteca nacional de ESPAÑA en su clasificación, señala como categoría de
ephemera, los juegos de teatro y las tarjetas postales, desde mi punto de vista no cumplen los parámetros de
la definiciones señaladas, sin embargo sume a ésta, dos nuevos
ítems más acorde con la clasificación- LISTAS, FOLLETOS Y PROPAGANDA POLÍTICA – EX-LIBRIS Y ETIQUETAS DE LIBRERÍA, ENCUADERNADORES.
Es debido a que la definición del término todavía están en
discusión, que reducir en pocas palabras la variedad de elementos que se
mencionan hace necesario continuar con un adecuado estudio , para señalar el criterio
de sus límites.
Ermanno Detti en su libro LE CARTE POVERE define ésta, como
el impreso producido de una sola hoja o de pocas páginas que utilizando
palabras y sobretodo imágenes, son el medio de comunicación con las grandes
masas. Cromos, estampas devocionales, cajas de fósforos, menús, calendarios
perfumados, etc. son impresos históricamente a nuestro entender no muy
antiguos, que fueron pensados y confeccionados para una larga difusión. La
titula CARTE POVERE porque no tiene la riqueza de un libro, o la dignidad de un
periódico, será por eso que generalmente
han sido poco consideradas.